Señor, yo te agradezco:
Por la alegría de dar a conocer a los niños: El Principito, Alicia, Heidi, Oliver Twist, Don Quijote, Ben-hur y tantos otros personajes del mundo de los libros.
Por el privilegio de proporcionar a la juventud, libros que explican el misterio de la vida, las maravillas del universo, los secretos de una profesión.
Por la honra de prestar libros a los ancianos en el crepúsculo de la vida, ayudándolos así a enfrentar con mayor serenidad y paciencia, el cansancio, la enfermedad, el silencio y la infinita espera del fin.
Por la excitación en el vértice de la información donde, constantemente montones de hechos son seleccionados, enumerados y presentados a interminables filas de niños, jovenes y adultos sedientos de Verdad.
Por el placer de conversar con romancistas, poetas, historiadores, educadores, periodistas y muchos otros cuyos escritos abren ventanas para el mundo.
Por la paz que disfruto, sentado con otros en una enorme sala de lectura, con estantes y mesas transbordado de publicaciones sobre todos los asuntos concebibles.
Por la emoción de escudriñar una enciclopedia, un atlas, o un estante de diccionarios que condensan el esmerado trabajo de muchos cerebros.
Por la oportunidad de tomar conocimiento de incontables ejemplos del delicado arte de la impresión, ilustración y encuadernación.
Pero a pesar de todo eso, ¡oh Dios! yo te agradezco:
Por la dádiva de la luz de los ojos y por la voluntad de cultivar el más disfrutable y simple de todos los placeres -LA LECTURA- a través de la cual diariamente alcanzamos victorias sobre la ignorancia, en la constante búsqueda de un mayor CONOCIMIENTO.
Traducido del portugués por Rafael Ferreira.
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